Desde pequeños hemos tal vez escuchado hablar del demonio y algunos mencionan la existencia de muchos demonios. En sí, el demonio representa esos aspectos negativos de lo que somos, pues al fin de cuentas también eso somos, ¿verdad? Los demonios son parte de nosotros: se podrían definir como esas actitudes, actividades, pensamientos que no son constructivos, que generan alguna forma de deterioro para nosotros o para nuestro entorno. Entonces ¿qué son? ¿Tienen alguna utilidad?
Lo importante es que están. ¿Por qué? Porque son parte de ti y cumplen un rol muy importante, así como los osteoclastos y los osteoblastos que se encargan de cuidar tu sistema esquelético. Los osteoclastos digieren el hueso y, de ese modo, los osteoblastos pueden crear nuevo hueso, dependiendo de las necesidades y las oportunidades del momento. De ese modo tu cuerpo se regenera. De hecho, se regenera constantemente y, probablemente, si puedes leer esto es porque tu cuerpo ya ha muerto casi del todo o en su totalidad, y este “tú” que está leyendo es una persona nueva.
El proceso de creación y destrucción es un proceso constante y fundamental de la vida, y cada vez que se genera tenemos la oportunidad de crecer y adaptarnos. Bueno, así son las cosas en el cuerpo. Entonces, ¿qué tiene que ver eso con los demonios? Del mismo modo, hay actitudes constructivas y destructivas, emociones constructivas y destructivas y depende de dónde colocamos el foco vamos a lograr percibirlas como algo bueno o algo malo.
Pero créeme, olvida un poco que los demonios sean malos. En realidad, son esos aspectos que en ocasiones nos parece difícil expresar o que se expresen, pero que representan una característica personal y por lo tanto definen en gran medida la forma en que actuamos.
Por ejemplo, la agresividad. La agresividad es una forma de reacción en la cual dedicamos más de la energía necesaria, esa agresividad puede ser violenta o no; también puede ser constructiva o destructiva, pero es la misma agresividad. Si cultivamos una agresividad constructiva y no violenta, su impulso nos permitirá lograr muchas cosas.
Otro ejemplo podría ser la envidia. Cuando aparece, puede ser porque haya alguien o algo que nos supera, o que tiene aquello que deseamos; la envidia así no más sería algo negativo, pero es también un motor para la acción, para realizar los cambios que queremos o alcanzar algún objetivo nuevo y que podemos ver en otros.
Asimismo, la pereza. Podemos percibirla como algo negativo, pero también es en ocasiones el motor de nuevas cosas o, al igual que el miedo, también puede ser una alerta sobre nuestro propio sistema. Hay personas "perezosas" que, en realidad, sufren depresión, pero también la pereza de realizar ciertas tareas ha sido el motor del desarrollo de tecnologías.
Entonces, esos "demonios" debemos comprenderlos como un aspecto nuestro, seguramente temporal. Es importante ver, principalmente, si son una alerta sobre cómo nos encontramos o cómo estamos actuando, o si podemos tomarlos como una oportunidad para adoptar otra óptica y hacer las cosas de manera diferente.
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