Esta semana fue de mayor inmersión personal, motivada por el proceso de limpieza orgánica que realizamos cada cierto tiempo en las escuelas, como parte de los aceleradores evolutivos.
Como todo, este proceso es muy personal, y adoro cómo aprendo de mí particularmente en estas ocasiones, sin presión, con la motivación de quien va a explorar, a explorarse.
Esta vez, mi intención era tomar más agua. Sí, así de sencillo, pero para mí, tomar agua significa -aunque sea un poquitito de agua, por fuera del mate, agua “pura”- todo un desafío. Hubo otras ocasiones en que lo intenté, y recurrí a artilugios diversos para incorporarla: agregarle naranja, pepino, comprarme una botellita herrrrmosa… Hice de todo para ver si adquiría de alguna manera el hábito; sólo luego de entrenamientos poderosos o en verano cuando la preciso desesperadamente porque “se me pegan las amígdalas”, recurro a ese vaso de líquido “insípido” y beneficioso.
Agua, ¿qué tendrá de enseñanza para mi? El hecho de comenzar a hacerme a la idea de ir por el desafío del agua, esta vez un poco más concreto, me lleva a preguntarme por qué me resulta molesto tomar agua. Miro de reojo cuando me la ofrecen, busco formas inteligentes de “zafarme” cuando mi compañero me dice: ey, tomá agua, y hasta me pongo seria y miro con desconfianza ese vasito transparente.
Esta semana reduje la alimentación emocional, me conecté más con lo que a mi cuerpo le hace bien, aquello que me potencia, que me da más energía. Me llevó a un espectro más de empoderamiento (y sí, voy a usar esta palabra, tuvimos que usarla tanto estos últimos años, y fue tan nueva).
Reduje también la cantidad de mate e introduje jugos.
Otro cambio de paradigma importante fue en relación con el sueño; durante algunos años me había molestado tener que dormir, y empecé a investigar (si queremos encontrar cualquier teoría, seguro google tiene la teoría que queremos oír, ver, escuchar). Encontré que existía la posibilidad de dormir sólo dos horas, había que ir acostumbrando el cuerpo. Yo quería eso, tenía tanto para hacer, leer -y además tenía que trabajar-, que el tiempo de vida no me iba a alcanzar. Hasta me molestaba que el diseño de nuestros cuerpos incluyera la necesidad de dormir; obvio que lo disfrutaba, pero era una necesidad biológica y quería poder hacerlo sólo durante dos o tres horas al día. Un delirio que me llevó a desordenarme por completo y entrar en cansancios feroces.
Luego de varios años y a través de nuestra filosofía, comencé a mirar con más respeto al descanso, y hoy es una prioridad para mí ingresar en un terreno de mayor consciencia en cuanto al dormir.
Reduje los estimulantes (cosa que había aumentado en demasía cuando quería mantenerme despierta más tiempo), hago mi práctica previa para tener un sueño más profundo, descanso por más tiempo de la luz azul (todas las pantallas emiten luz azul-violeta, y como consecuencia reducen la producción de melatonina, la hormona que da a tu cuerpo la señal de ir a dormir), elijo cuidadosamente qué leer, escuchar, ver, qué charlas tener, y orquesto mis pensamientos.
Hoy disfruto de mis sueños, tengo una relación especial con ese momento, siento que me cuido, le brindo a mi cuerpo la energía que precisa, y el momento de acostarme es un ritual, como una fiesta diaria. Pretendo cada vez realizarlo de forma más consciente. Quizás en algún momento, con un proceso responsable, incluso pueda dormir menos, pero ese no es el foco. En todo el combo que es mi filosofía de vida, donde además el juego es algo también indispensable, los sueños me conectan con un espacio de inconsciente colectivo que, como aboga el profesor DeRose, “se van volviendo cada vez más y más conscientes”, y ese es un espacio muy rico.
Y hablando de rico: más ricas son las charlas cuando nuestra práctica y los conceptos se van entrelazando, cuando cerramos los ojos hacia fuera para abrirlos hacia adentro, y luego los volvemos a abrir hacia afuera, cuando le damos descanso a la mente, cuando ingresamos cada vez más en ese espacio que no juzga, que no precisa tener razón, que abarca, que es silencio, que es un vacío lleno, y recuerdo que voy por mi objetivo: encontrar la riqueza del agua, ir a mi experiencia de sentir su sabor en la boca por más tiempo, volverla parte de mí, porque allí está mi experiencia de esta temporada, el agua. Me voy a quedar con esta idea, el sabor del agua.
A explorar.
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